Fue quizá uno de los escritores neoclásicos que más abiertamente influyeron en la generación de su época, en el arte y en la estética del siglo XVIII, aclamando nuevamente el ideal griego como la base de todo arte auténtico y perfecto.
Hijo de un zapatero remendón, experimentó desde joven un apasionado
interés por el arte de la antigüedad clásica.
Para 1755 escribió un pequeño libro acerca de la belleza del arte
antiguo, proponiéndolo como un modelo a seguir y alabando su perfección,
a pesar de conocerlo solamente por
copias. Winckelmann visitó Pompeya y
Herculano al poco de su descubrimiento. En 1764, publica la obra por la que será más
conocido, su Historia
del Arte de la Antigüedad. Será hasta 1767, un año
antes de
su muerte, que verá publicado el volumen de su obra monumental:
Monumenti antichi inediti spiegati ed illustrati.
Después de publicar su primer libro, se instala en Roma donde se convierte en el bibliotecario de un cardenal, logrando con el tiempo convertirse en erudito sobre el tema y un experto anticuario.
A lo largo de su obra encontramos la incansable labor de un esteta que
se perfecciona en su trabajo, encontrando en la apología del arte
clásico la finalidad del espíritu humano.
Para 1768, en un proyectado viaje por los Alpes, Winckelmann se deprime
al pasar por el Tirol decidiendo regresar a Italia.
Sin embargo, su amigo, el escultor y restaurador Bartolomeo Cavaceppi,
le persuade para viajar a Munich y Viena, en donde sería recibido con
honores
por María Teresa. Ya en el viaje de regreso, hace una parada en una
posada en Trieste.
Deprimido y necesitado de compañía, trabó plática con un italiano de 38
años que también se alojaba en la misma posada,
un delincuente habitual llamado Francesco Arcangeli, con quien el
desprevenido Winckelmann trabó plática.
Arcangeli estaba intrigado por una colección de monedas que Winckelmann
le había enseñado, monedas regaladas a Winckelmann por la misma
María Teresa.
Francesco Arcangeli se introdujo en la habitación de Winckelmann a la
mañana siguiente para robarlas, siendo pillado in fraganti por el
legítimo propietario,
a quien asestó numerosas cuchilladas mientras se resistía, huyendo el
ladrón sin su botín.
Winckelmann alcanzó a recibir la extremaunción y dictar
lo que serían sus últimos deseos antes de morir, uno de las cuales era
que se perdonase a su asesino.
No fue así. Arcangeli fue capturado posteriormente, sentenciado y
ejecutado, muriendo despedazado en la rueda de tortura.
Winckelmann fue enterrado en el atrio de la Catedral de San Giusto, en Trieste. Domenico Rosetti y Cesare Pagnini documentaron la última semana de la vida de Winckelmann, traslada al alemán por Heinrich Alexander Stoll, bajo el titulo de "Mordakte Winckelmann"
La fuente de la nota la encuentras en:
Artes plásticas y
Homosexualidad
Emmanuel Cooper
Laertes, Barcelona, España, 1991,
pág. 38.